A veces llegan libros como cartas y nos traen vocablos y palabras de otras regiones y ecos distantes. No sabría si la poesía verdaderamente nos calma, si es un refugio en la noche o un fulgor que nos permite seguir adelante hacia el camino del siguiente día. Y así un libro nos trae sus palabras en forma de carta poética.
Carta deshecha en el mar del remitente del escritor/ poeta Francisco Trejo (Ciudad de México, 1987) ha llegado a nuestra casa no como divertimento ni una enumeración de situaciones. Llegó con cuarenta pociones muy bien cuidadas para que el lector encontrará la que le restituyera la condición de humano o lo confrontara con su propia carne.
Los escritores/ poetas sueñan con encontrar lectores ávidos de sus logros, pero la literatura lo que necesita son pacientes que se desarmen y rearmen como un rompecabezas para hallar una nueva versión de la imagen anterior. Francisco Trejo a través de esta antología, publicada por la Universidad Externado de Colombia en su Colección Un libro por Centavos, logra de una manera sutil llevarnos al reino del poeta, especialmente con un número significativo de textos donde la palabra “poesía” surge como un bálsamo ante los infortunios.
En Herrumbre y Dromedario: “A menudo me siento incompleto:Sólo tengo rostro en la poesía – arañado, pero mío –.” Y en Soñar de los sedientos: “La poesía es consecuencia de la sed (…)”. Trejo nos enseña que siente y vive por la poesía, que es su alimento y necesidad. Como afirmaba Cesar Vallejo en Los Poemas Humanos el poema atestigua lo que somos: carne, tierra y sangre. Nos preguntamos si esa es la tarea del poeta: atestiguar lo que siente y vive. Puede ser. No es el único camino, pero es absolutamente válido.
Es así como en Arena de las islas: “Me parezco a mi padre, en el aspecto y en el nombre,/ tanto como la poesía se parece a la poesía, / sin importar el origen del poeta y su amargura”y en Monólogo Frecuente: “¿O es acaso que el poeta le inventa rostro a su poeta?”; donde el poeta se fusiona y trastoca en el acto poético, ya no se apea como lo sugiere o exige Rainer María Rilke. Para Trejo la poesía necesita ser vívida y la vida debe volcarse hacia la poesía. Ya la poesía no es un acto de contemplación o de meditación reflexiva, pero eso ya es otra manera de vivir el acto poético.
Por eso el poeta en Girasoles afirma: “Cada poeta tiene algo que decir sobre cómo llegó al mundo / y sobre cómo llegó al verso en el que vive”; y de esta manera convoca a la valoración y al respeto por la diferencia y las buenas o malas decisiones de todos, ya que en el dolor propio se percibe el dolor del mundo.
Francisco Trejo nos ofrece sus pócimas como si fuese un agente viajero que llega a tu calle con una valija de palabras en pequeños frasquitos para decirnos en Como Torso de Belvedere: “La poesía es un pasillo en silencio / donde se exhiben las mutilaciones que celebra nuestra especie.”
Norman Muñoz
Tuluá - Diciembre de 2021