Una vez más la ficción trastoca la realidad
La Villa Diodati es una gran casa ubicada en Cologny, Suiza, al lado del lago –Ginebra – Leman. Los cipreses y abedules reciben al visitante que puede sentir la paz que traduce la cercanía del lago y el paisaje de los Alpes suizos y ha pasado a la historia de la Literatura por diversas situaciones.
La primera y menos conocida, es que allí pudo haber tenido parte de su inspiración el poeta inglés John Milton para su gran poema El paraíso perdido, fue casa de habitación de Voltaire y Rousseau, además de que con el tiempo hizo parte de una tradición romántica por su situación geográfica y la historia que le precedía. Sin embargo, no fue sino hasta el verano de 1816 cuando un grupo de un poco más de cinco personas compuesto por el poeta Lord Byron, su joven médico y asistente John Pollidori, el poeta Perci Shelley y su esposa Mary Shelley y la hermanastra de ella Claire Clairmont quienes fueron retenidos por el mal clima y durante tres días dieron suelta a sus pensamientos y pasiones tanto literarias como personales.
En tanto, Byron se alejaba de Inglaterra por acusaciones de Indecencia con su secretario Pollidori, Claire que se encontraba en embarazo de Byron arrastra a los Shelley hacia el encuentro del Divo de la época muy cerca de Ginebra. Se habla que aquel año o por lo menos gran parte de él el verano nunca se dejó ver gracias a la explosión del volcán Tambora en Indonesia, tal fue la tragedia que aquella erupción le ganó por lejos a la muy famosa del volcán Krakatoa en 1883. Aquella explosión fue devastadora para la región y sus consecuencias en el cielo fueron del orden mundial.
Al verse retenidos por las circunstancias este grupo variado de personajes da rienda suelta a la lectura de historias de fantasmas, muy de moda, especialmente en Alemania, y se proponen un reto: crear una historia de fantasmas; entre el ir y venir de los conflictos personales y sus maneras de afrontar el texto literario el juego tuvo una maravilloso desenlace para la literatura como fue la creación o la redefinición del Vampiro por Pollidori y la llegada de una criatura que le gente conocería como Frankenstein por parte de Mary Shelley.
A través de los años y desde ese encuentro la fabulación de escritores, ensayistas, videntes y todo tipo de iluminados han dado rienda suelta a conjeturas, que permitieron que el pasado de la villa y la memoria de los protagonistas de esos días, no se pierda en un poco más de dos siglos.
A partir de la publicación del cuento El Vampiro y Frankenstein o el moderno Prometeo el imaginario de sus lectores cambió e inició una etapa de influencias y adaptaciones tanto en la literatura como en el cine. Por ejemplo, el vampiro logra su mayor grado de complejidad y éxito en la novela Drácula de BramStoker. Pero los biógrafos de cada uno de los que vivieron esos tres días no son pocos y han alimentado las especulaciones de qué fue lo que vivieron para crear tan portentosas obras literarias; aunque, André Maurois en la biografía Ariel del poeta Shelley apenas si le da importancia a la estancia en Diodati.
Esto me lleva a recomendar un par de obras literarias y dos películas que logran, con motivaciones distintas, ilustrarnos sobre el encuentro de la literatura tres días en una Villa donde quizá Milton tuvo arranques luminosos u oscuros sobre su Paraíso Perdido.
La primera historia a medio camino entre el ensayo y la historia de viajes es la que escribió el poeta y novelista colombiano William Ospina (Padua, 1954): El año del verano que nunca llegó, – PenguinRandomHouse – 2015; y sobresale porque es una obsesión con el tema y una exploración muy didáctica de lo que ocurrió ese año de 1816. Gracias a él conocemos los datos anexos a la llegada de los poetas y sus implicaciones personales como el destino de cada uno de ellos. Incluyendo a Claire quien le da a Byron descendencia. El texto es un vuela páginas y si alguien quiere saber todo sobre el tema sin que quiera penetrar en disquisiciones psicológicas lo va a agradecer.
La segunda obra es la novela del autor francés Emmanuel Carrère (París, 1957): Bravura – Anagrama, panorama de narrativas – 1984; y aquí todo es un revoltijo de cosas que pasan por el trastrocamiento del tiempo, personajes obsesionados con los personajes de Mary Shelley, sectas y posesiones, apariciones y desapariciones, que dejan al lector más intrigado al finalizar que cuando inicia la lectura, pero que tiene un marco excepcional en la construcción de Pollidori como el escritor frustrado y terminado en tragedia. Esta ficción te dejará absortó cuando llegues a la última, quizá, página.
Y de las películas, la más reciente es la protagonizada por Elle Fanning – Mary Shelley, 2017 - en el papel de Mary Shelley, con guión de Emma Jensen y dirigida por Haifaa al-Mansour. Tiene la particularidad de valorar el trabajo de la madre de Frankenstein y eso permite conocer con mayor relevancia los pormenores que llevaron a que una chica tan joven pudiera dar vida a una obra tan llena de posturas éticas y valores literarios. No hay que olvidar que Mary WollstonecraftGodwin procedía de una familia cimentada en las letras, logrando inaugurar un género como es el de la ciencia ficción.
La última recomendación es la interesante película de ese director escrupuloso y para muchos un genio loco de la dirección como fue Ken Russell (1927 – 2011): Gótico, 1986; y que explora la psiquis de cada uno de los personajes que habitan la Villa Diodati, mostrándonos a un Lord Byron – Gabriel Byrne – histérico, donde el sexo y la exploración del desarreglo de los sentidos nos regala lo que las personas en realidad son y no sus máscaras.
Tanto la literatura como las representaciones teatrales o fílmicas sobre estos creadores no dejan de producirnos un interés muy vivo hasta el día de hoy y cómo las historias personales de estos literatos han llegado hasta nuestros días sin haber perdido un ápice de interés y mantienen la magia por las motivaciones del creador de historias: el escritor.
Norman Muñoz Vargas
11/2020